La solidaridad es un valor que debe fomentarse y fortalecerse. Es un valor maravilloso donde
las personas se pueden situar en el lugar del otro y ofrecer la ayuda
que éstos necesitan contribuyendo a un mundo más respetuoso con el
prójimo.
Para que los niños comiencen a experimentar este sentimiento
solidario primero deben tener la idea propia de ellos mismos la cual es
diferente a la de los otros. De esta forma, cuando los niños hayan
adquirido la idea del “yo” pueden ubicarse en el lugar del otro
sintiendo la situación en la que éste está.
Ya a los dos años de edad los niños tienen conciencia y
sentimientos morales, presentando respuestas empáticas frente al dolor o
sufrimiento de otras personas. También les pueden
nacer conductas prosociales tales como cuidar, ayudar y compartir, entre
otras. Para esto, el desarrollo cognitivo de los pequeños, la
interacción social que ellos tengan y el ejemplo de los padres y el
entorno es esencial.
Con estos tres pilares (desarrollo cognitivo, interacción social y ejemplo del entorno), los niños desarrollan valores
instrumentales (imaginación), valores morales (honestidad,
responsabilidad, etc.) y valores sociales (igualdad, justicia, etc.),
formando su personalidad hacia un ser solidario.
Desde la edad mencionada, cuando los niños ya comienzan a
entender las emociones del otro, se aconseja que se les vaya
transmitiendo estos valores: hablarles de lo correcto e incorrecto, de
lo que a otras personas les faltan y necesitan y, consecuentemente, de
cómo ellos pueden ayudarlos en dichas carencias.
Y para que los pequeños puedan internalizar los valores y lo que se les está transmitiendo, es menester que los padres y su entorno se muestren como ejemplos a seguir, demostrándoles que esos valores rigen su vida cotidiana y siempre están presentes.
En este sentido, aquellos padres con estilo democrático serán los más
exitosos ya que estos padres emplean el razonamiento y enseñan a los
niños a tener presentes las consecuencias de sus acciones, promoviendo
valores de autodirección y prosociales. En cambio, aquellos padres con
estilo autoritario o liberal no llegan a buen puerto en este punto.
En conclusión, para educar a los niños en la solidaridad hay
que tener presente los tres pilares mencionados y contribuir en las
casas a un clima afectivo, una buena comunicación y demostraciones de
afecto para que los niños puedan legitimarlos y logren tener
una buena predisposición e internacionalización para los mensajes y
valores que os deseen inculcar.
Acompañando esto último, las familias deben propiciar márgenes y
limites de autonomía a los niños para que éstos tengan su propio
criterio y tomen decisiones siendo responsables de las consecuencias de
las mismas.
También deben transmitir los valores con eficacia;
hay que ser claros y coherentes (no contradecir palabras y hechos); y
compartir y reflexionar juntos sobre distintos acontecimientos y cómo se
puede ayudar. Se debe lograr que los niños se involucren e interesen en
dichos hechos.
Hola.
ResponderEliminarLa solidaridad es uno de los valores más importantes que existen, si además comienza a cultivarse desde la infancia, mejor porque así lo aprenderán antes.
La declaración firmada por Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1959 es uno de los documentos con más poder para luchar por los "derechos del niño". Particularmente el artículo 29, porque hace referencia a la Educación y eso es probablemente el arma más eficaz que exista.
Muchos saludos.